Uno siempre intenta explorar en la música nueva, intenta buscar unos ritmos que le complazcan. La tragedia de los super éxitos acaba amargándole, piensa que ya no está a la moda y suele acabar rebuscando entre los archivos perdidos del ordenador. Esto se hace mentira cuando uno acude a un festival, allá contempla a los grupos de siempre, pero de entre la nada surge lo clásico. Es una urgencia temporal, suele preverse por ritmos acompasados, canas al aire y ciertas parcelas calvas. Parece mentira, el menda que escribe se ha percatado de que el Rock Clásico es un arte, mucho más allá del macarrismo punky y de las artimañas del folk. He descubierto un nuevo dibujo musical, el muy listo del escritor piensa que todo estaba visto; pero al final todo se reduce a cuatro guitarras explosivas y un batera ciertamente tímido.
Descubiertos Status Quo gracias a la inefable capacidad de un amigo particular, creo que puedo dar fe de que la vida tiene un ritmo propio. Pensándolo bien, hubiera querido olvidar gran parte del repertorio anterior, quisiera pensar que en Cambre solo tocaban viejos y anárquicos modelos. Las drogas, supuesto excitante corporal de la era actual, eran en este caso malas tretas para despreciar el ácido sonido de sus instrumentos. Las cabezas que antes habían sido rubias y pelirrojas eran ahora un parte de lana, eran la maravilla invernal que solo guardan los grandes. Han llegado hasta las penúltimas, estos Status están frescos para el final, ahora solo importa lo que puedan decir, ni siquiera es valorado su curriculum, todo dependerá de su figura.
Ni siquiera he pensado que hacen música, solo me consuela haber visto en directo a unos hombres, que de artistas tienen poco, ya que su naturaleza es más bien humana, brillante y sobre todo profesional.
Reflexión de Cambre en primer grado.
Larga vida a la música en directo.
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